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Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1077
1078 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1079
1080 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1081
1082 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1083
1084 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1085
1086 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1087
1088 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Episcopis 1089
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Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La pa-
tria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad.
« Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana -escribían los
Obispos de estas tierras- suscitando los mejores ideales de amor a Dios,
a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos ».
También lo expresaron vuestros compatriotas cien años atrás, cuando
le pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad
Patrona de Cuba, y escribieron:
« Ni las desgracias ni las penurias lograron "apagar" la fe y el amor
que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores
vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima
la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como
rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia…
porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras
esposas ». Así escribían ellos hace cien años.
En este Santuario, que guarda la memoria del santo Pueblo fiel de
Dios que camina en Cuba, María es venerada como Madre de la Caridad.
Desde aquí Ella custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no
nos perdamos en caminos de desesperanza. El alma del pueblo cubano,
como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no
lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas
que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva
de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que
es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos
otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, como María, de
valentía, de fe para sus nietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una
hendija pequeña como un grano de mostaza por donde el Espíritu Santo
seguía acompañando el palpitar de este pueblo.
Y « cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario
de la ternura y del cariño ».1
Generación tras generación, día tras día, estamos invitados a renovar
nuestra fe. Estamos invitados a vivir la revolución de la ternura como
María, Madre de la Caridad. Estamos invitados a « salir de casa », a tener
los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la
ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre
1 Evangelii gaudium, 288.