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1040 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1042 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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1050 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1052 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1054 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1056 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1058 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1060 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1062 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1064 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1066 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1068 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1070 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1072 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1074 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1075
1076 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1077
1078 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1079
1080 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1081
1082 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1083
1084 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1085
1086 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1087
1088 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Episcopis 1089
1090 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Acta Francisci Pp. 1007
uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato
de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Son gestos de
madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo, de hermanos. Son gestos
de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien
espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar.
Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar
de una larga jornada de trabajo. El amor se manifiesta en pequeñas cosas,
en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida siempre tenga
sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por
eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas.
Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la fe.
Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el
contrario, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acom-
pañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los
pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro
mundo.
Esta actitud a la que somos invitados nos lleva a preguntarnos, hoy,
aquí, en el final de esta fiesta: ¿Cómo estamos trabajando para vivir esta
lógica en nuestros hogares, en nuestras sociedades? ¿Qué tipo de mundo
queremos dejarle a nuestros hijos?4 Pregunta que no podemos responder
sólo nosotros. Es el Espíritu que nos invita y desafía a responderla con la
gran familia humana. Nuestra casa común no tolera más divisiones estéri-
les. El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de
unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible
e integral, porque sabemos que las cosas pueden cambiar.5 Que nuestros
hijos encuentren en nosotros referentes de comunión, no de división. Que
nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse
a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró.
De manera directa, pero con afecto, Jesús dice: « Si ustedes, pues, que
son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del
cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden? ».6 Cuánta sabiduría hay
en estas palabras. Es verdad que en cuanto a bondad y pureza de corazón
nosotros, seres humanos, no tenemos mucho de qué vanagloriarnos. Pero
4 Cf. Laudato si', 160. 5 Cf. ibid., 13. 6 Lc 11, 13.