712 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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730 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
732 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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742 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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748 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
750 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
752 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
754 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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758 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
760 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
762 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
764 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
766 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
768 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
770 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
772 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
774 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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778 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
780 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
782 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
784 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
786 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
788 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
790 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
792 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
794 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
796 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
798 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
800 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 801
802 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 803
804 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 805
806 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
808 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
810 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
812 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
814 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
816 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
818 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
820 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
822 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
824 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
826 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Acta Francisci Pp. 727
En nuestra cultura tecnológica e individualista, la compasión no siempre
es bien vista; en ocasiones, hasta se la desprecia porque significa someter
a la persona que la recibe a una humillación. E incluso no faltan quienes
se escudan en una supuesta compasión para justificar y aprobar la muerte
de un enfermo. Y no es así. La verdadera compasión no margina a nadie,
ni la humilla, ni la excluye, ni mucho menos considera como algo bueno su
desaparición. La verdadera compasión, la asume. Ustedes saben bien que eso
significaría el triunfo del egoísmo, de esa « cultura del descarte » que rechaza y
desprecia a las personas que no cumplen con determinados cánones de salud,
de belleza o de utilidad. A mí me gusta bendecir las manos de los médicos
como signo de reconocimiento a esa compasión que se hace caricia de salud.
La salud es uno de los dones más preciados y deseados por todos. En
la tradición bíblica siempre se ha puesto de manifiesto la cercanía entre
salvación y la salud, así como sus mutuas y numerosas implicaciones. Me
gusta recordar ese título con el que los padres de la Iglesia solían denominar
a Cristo y a su obra de salvación: Christus medicus, Cristo médico. Él es el
Buen Pastor que cuida a la oveja herida y conforta a la enferma;1 Él es el
Buen Samaritano que no pasa de largo ante la persona malherida al borde
del camino, sino que, movido por la compasión, la cura y la atiende.2 La
tradición médica cristiana siempre se ha inspirado en la parábola del Buen
Samaritano. Es un identificarse con el amor del Hijo de Dios, que « pasó
haciendo el bien y curando a todos los oprimidos ».3 ¡Cuánto bien hace al
ejercicio de la medicina pensar y sentir que la persona enferma es nuestro
prójimo, que él es de nuestra carne y sangre, y que en su cuerpo lacerado
se refleja el misterio de la carne del mismo Cristo! « Cada vez que lo hicis-
teis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis ».4
La compasión, este padecer-con, es la respuesta adecuada al valor in-
menso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto, comprensión
y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no desaparece ni
se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor precisamente en su
sufrimiento y en su desvalimiento. Qué bien se entiende la recomendación
de san Camilo de Lellis para tratar a los enfermos. Dice así: « Pongan más
corazón en esas manos ». La fragilidad, el dolor y la enfermedad son una
1 Cf. Ez 34, 16. 2 Cf. Lc 10, 33-34. 3 Hch 10, 38. 4 Mt 25, 40.