2 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
4 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
6 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
8 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
10 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
12 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
14 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
16 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
18 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
20 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
22 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
24 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
26 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
28 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
30 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
32 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
34 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
36 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
38 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
40 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
42 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
44 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
46 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
48 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
50 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
52 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
54 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
56 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
58 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
60 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
62 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
64 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
66 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
68 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
70 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
72 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
74 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
76 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
78 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
80 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
82 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 83
84 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 85
86 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 87
88 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
90 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
92 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatiopro Gentium Evangelizatione 93
94 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatiopro Gentium Evangelizatione 95
96 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
98 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
100 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
102 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
104 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
106 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Acta Francisci Pp. 15
Frente a todas estas situaciones, así y todos tenemos que decir con
Isabel: « Feliz de ti por haber creído », y aprender de esa fe recia y servicial
que ha caracterizado y caracteriza a nuestra Madre.
Celebrar a María es, en primer lugar, hacer memoria de la madre, hacer
memoria de que no somos ni seremos nunca un pueblo huérfano. ¡Tenemos
Madre! Y donde está la madre hay siempre presencia y sabor a hogar. Donde
está la madre, los hermanos se podrán pelear pero siempre triunfará el sentido
de unidad. Donde está la madre, no faltará la lucha a favor de la fraternidad.
Siempre me ha impresionado ver, en distintos pueblos de América Latina,
esas madres luchadoras que, a menudo ellas solas, logran sacar adelante a
sus hijos. Así es María. Así es María con nosotros; somos sus hijos: Mujer
luchadora frente a la sociedad de la desconfianza y de la ceguera, frente a
la sociedad de la desidia y la dispersión; Mujer que lucha para potenciar la
alegría del Evangelio. Lucha para darle « carne » al Evangelio.
Mirar la Guadalupana es recordar que la visita del Señor pasa siempre por
medio de aquellos que logran « hacer carne » su Palabra, que buscan encarnar
la vida de Dios en sus entrañas, volviéndose signos vivos de su misericordia.
Celebrar la memoria de María es afirmar contra todo pronóstico que « en el
corazón y en la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de esperanza,
no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda esperanza ».3
María, porque creyó, amó; porque es sierva del Señor y sierva de sus
hermanos. Celebrar la memoria de María es celebrar que nosotros, al igual
que ella, estamos invitados a salir e ir al encuentro de los demás con su
misma mirada, con sus mismas entrañas de misericordia, con sus mismos
gestos. Contemplarla es sentir la fuerte invitación a imitar su fe. Su presencia
nos lleva a la reconciliación, dándonos fuerza para generar lazos en nuestra
bendita tierra latinoamericana, diciéndole « sí » a la vida y « no » a todo tipo
de indiferencia, de exclusión, de descarte de pueblos o personas.
No tengamos miedo de salir a mirar a los demás con su misma mirada. Una
mirada que nos hace hermanos. Lo hacemos porque, al igual que Juan Diego,
sabemos que aquí está nuestra madre, sabemos que estamos bajo su sombra y su
resguardo, que es la fuente de nuestra alegría, que estamos en el cruce de sus brazos.4
3 V ConferenCIA GenerAl Del epISCopADo lAtInoAmerICAno y Del CArIbe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 536.
4 Cf. Nicam Mopohua, 119: « No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa? ».