Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale568
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale570
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Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale574
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale576
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale578
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale580
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Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale584
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale586
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale588
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale590
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale592
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale594
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale596
Congregatio de Causis Sanctorum 597
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale598
Congregatio de Causis Sanctorum 599
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Congregatio de Causis Sanctorum 601
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale602
Congregatio de Causis Sanctorum 603
Congregatio de Causis Sanctorum 605
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Congregatio de Causis Sanctorum 607
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Congregatio de Causis Sanctorum 609
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Congregatio de Causis Sanctorum 611
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Congregatio de Causis Sanctorum 613
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Congregatio de Causis Sanctorum 615
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Congregatio de Causis Sanctorum 617
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Acta Benedicti Pp. XVI 585
humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El
mismo Cristo se refiere a ella como « su » Iglesia. No se puede separar a Cristo
de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo.3 La Iglesia no
vive de sı́ misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da
vida, alimento y fortaleza.
Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a
fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a
Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también
que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión
de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación
de ir « por su cuenta » o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que
predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo,
o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.
Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente
de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia,
que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo,
que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de
vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de
vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos,
ası́ como la participación en la Eucaristı́a de cada domingo, la recepción
frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación
de la Palabra de Dios.
De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar
testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allı́ donde hay
rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer
a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comu-
nicad a los demás la alegrı́a de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de
vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquı́,
jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la
fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: « Id al mundo entero y pro-
clamad el Evangelio a toda la creación ».4 También a vosotros os incumbe la
extraordinaria tarea de ser discı́pulos y misioneros de Cristo en otras tierras y
paı́ses donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y,
vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se
dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.
3 Cfr. 1 Co 12, 12. 4 Mc 16, 15.