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Congregatio de Causis Sanctorum 801
802 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 803
804 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 805
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812 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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con el mismo vigor, por el tan ansiado objetivo de « hambre cero ». Esos
nombres grabados a la entrada de esta Casa son un signo elocuente de que
el PAM, lejos de ser una estructura anónima y formal, constituye un valioso
instrumento de la comunidad internacional para emprender actividades
cada vez más vigorosas y eficaces. La credibilidad de una Institución no se
fundamenta en sus declaraciones, sino en las acciones realizadas por sus
miembros. Se fundamenta en sus testigos.
Por vivir en un mundo interconectado e hípercomunicado, las distancias
geográficas parecen achicarse. Tenemos la posibilidad de tomar contacto
casi en simultáneo con lo que está aconteciendo en la otra parte del pla-
neta. Por medio de las tecnologías de la comunicación, nos acercamos a
tantas situaciones dolorosas que pueden ayudar (y han ayudado) a movilizar
gestos de compasión y solidaridad. Aunque, paradójicamente hablando, esta
aparente cercanía creada por la información, cada día parece agrietarse
más. La excesiva información con la que contamos va generando paulati-
namente - perdónenme el neologismo - la « naturalización » de la miseria.
Es decir, poco a poco, nos volvemos inmunes a las tragedias ajenas y las
evaluamos como algo « natural ». Son tantas las imágenes que nos invaden
que vemos el dolor, pero no lo tocamos; sentimos el llanto, pero no lo
consolamos; vemos la sed pero no la saciamos. De esta manera, muchas
vidas se vuelven parte de una noticia que en poco tiempo será cambiada
por otra. Y mientras cambian las noticias, el dolor, el hambre y la sed
no cambian, permanecen. Tal tendencia - o tentación - nos exige hoy un
paso más y, a su vez, revela el papel fundamental que Instituciones como
la vuestra tienen para el escenario global. Hoy no podemos darnos por
satisfechos con sólo conocer la situación de muchos hermanos nuestros. Las
estadísticas no sacian. No basta elaborar largas reflexiones o sumergirnos
en interminables discusiones sobre las mismas, repitiendo incesantemente
tópicos ya por todos conocidos. Es necesario « desnaturalizar » la miseria
y dejar de asumirla como un dato más de la realidad. ¿Por qué? Porque la
miseria tiene rostro. Tiene rostro de niño, tiene rostro de familia, tiene
rostro de jóvenes y ancianos. Tiene rostro en la falta de posibilidades y de
trabajo de muchas personas, tiene rostro de migraciones forzadas, casas
vacías o destruidas. No podemos « naturalizar » el hambre de tantos; no nos
está permitido decir que su situación es fruto de un destino ciego frente al
que nada podemos hacer. Y, cuando la miseria deja de tener rostro, podemos