Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale568
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale570
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale572
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale574
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale576
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale578
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale580
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Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale584
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale586
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale588
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale590
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale592
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale594
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale596
Congregatio de Causis Sanctorum 597
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale598
Congregatio de Causis Sanctorum 599
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Congregatio de Causis Sanctorum 601
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale602
Congregatio de Causis Sanctorum 603
Congregatio de Causis Sanctorum 605
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Congregatio de Causis Sanctorum 607
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Congregatio de Causis Sanctorum 609
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Congregatio de Causis Sanctorum 611
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Congregatio de Causis Sanctorum 615
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Congregatio de Causis Sanctorum 617
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale618
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale620
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Congregatio pro Gentium Evangelizatione 625
Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale626
Supremum Signaturae Apostolicae Tribunal 627
Acta Benedicti Pp. XVI 595
privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad. Como ya dijo
Platón: « Busca la verdad mientras eres joven, pues si no lo haces, después se
te escapará de entre las manos ».5 Esta alta aspiración es la más valiosa que
podéis transmitir personal y vitalmente a vuestros estudiantes, y no simple-
mente unas técnicas instrumentales y anónimas, o unos datos frı́os, usados
sólo funcionalmente.
Por tanto, os animo encarecidamente a no perder nunca dicha sensibilidad
e ilusión por la verdad; a no olvidar que la enseñanza no es una escueta
comunicación de contenidos, sino una formación de jóvenes a quienes habéis
de comprender y querer, en quienes debéis suscitar esa sed de verdad que
poseen en lo profundo y ese afán de superación. Sed para ellos estı́mulo
y fortaleza.
Para esto, es preciso tener en cuenta, en primer lugar, que el camino hacia
la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un
camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos
avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar
algo en lo que no vemos racionalidad: pues « no existe la inteligencia y
después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena
de amor ».6 Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento
y amor. De esta unidad deriva la coherencia de vida y pensamiento, la
ejemplaridad que se exige a todo buen educador.
En segundo lugar, hay que considerar que la verdad misma siempre va a
estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero
no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y
la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es
asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el
acceso a la verdad. No debemos atraer a los estudiantes a nosotros mismos,
sino encaminarlos hacia esa verdad que todos buscamos. A esto os ayudará el
Señor, que os propone ser sencillos y eficaces como la sal, o como la lámpara,
que da luz sin hacer ruido.7
Todo esto nos invita a volver siempre la mirada a Cristo, en cuyo rostro
resplandece la Verdad que nos ilumina, pero que también es el Camino que
lleva a la plenitud perdurable, siendo Caminante junto a nosotros y
5 Parménides, 135d. 6 Caritas in veritate, n. 30. 7 Cfr. Mt 5, 13-15.