960 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
962 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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980 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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1000 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1002 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1004 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1005
1006 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1007
1008 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1009
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Congregatio de Causis Sanctorum 1011
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NUNTIUS TELEVISIFICUS
Occasione Celebrationis Iubilaei Extraordinarii Misericordiae in America.*
Celebro la iniciativa del CELAM y la CAL, en contacto con los episcopados
de Estados Unidos y Canadá - me recuerda el Sínodo de América esto - de
tener esta oportunidad de celebrar como Continente el Jubileo de la Misericor-
dia. Me alegra saber que han podido participar todos los países de América.
Frente a tantos intentos de fragmentación, de división y de enfrentar a nuestros
pueblos, estas instancias nos ayudan a abrir horizontes y estrecharnos una y
otra vez las manos; un gran signo que nos anima en la esperanza.
Para comenzar, me viene la palabra del apóstol Pablo a su discípulo pre-
dilecto: « Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y
me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de
mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con
misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobrea-
bundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo
Jesús. Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para
salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue
para que Jesucristo demostrará en mi toda su paciencia » ( 1 Tm, 1, 12-16a).
Esto se lo dice a Timoteo en su Primera Carta, capítulo primero, versículos
12 al 16. Y al decírselo a él, lo quiere hacer con cada uno de nosotros. Pala-
bras que son una invitación, yo diría una provocación. Palabras que quieren
poner en movimiento a Timoteo y a todos los que a lo largo de la historia
las irán escuchando. Son palabras ante las cuales no permanecemos indife-
rentes, por el contrario, ponen en marcha toda nuestra dinámica personal.
Y Pablo no anda con vueltas: Jesucristo vino al mundo para salvar a
los pecadores, y él se cree el peor de ellos. Tiene una conciencia clara de
quién es, no oculta su pasado e inclusive su presente. Pero esta descrip-
ción de sí mismo no la hace ni para victimizarse ni para justificarse, ni
tampoco para gloriarse de su condición. Es el comienzo de la carta, ya en
los versículos anteriores le ha avisado a Timoteo sobre « fabulas y genea-
logías interminables », sobre « vanas palabrerías », y advirtiendo que todas
ellas terminan en « disputas », en peleas. El acento - podríamos pensar a
1 Die 27 Augustii 2016.