960 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
962 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
964 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
966 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
968 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
970 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
972 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
974 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
976 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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980 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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990 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
992 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
994 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
996 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
998 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1000 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1002 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1004 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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1008 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
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Acta Francisci Pp. 997
primera vista - es su ser pecador, pero para que Timoteo, y con él cada
uno de nosotros pueda ponerse en esa misma sintonía. Si usáramos térmi-
nos futbolísticos podríamos decir: levanta un centro para que otro cabecee.
Nos « pasa la pelota » para que podamos compartir su misma experiencia: a
pesar de todos mis pecados « fui tratado con misericordia ».
Tenemos la oportunidad de estar aquí, porque con Pablo podemos decir:
fuimos tratados con misericordia. En medio de nuestros pecados, nuestros
límites, nuestras miserias; en medio de nuestras múltiples caídas, Jesucristo
nos vio, se acercó, nos dio su mano y nos trató con misericordia. ¿A quién? A
mí, a vos, a vos, a vos, a todos. Cada uno de nosotros podrá hacer memoria,
repasando todas las veces que el Señor lo vio, lo miró, se acercó y lo trató con
misericordia. Todas las veces que el Señor volvió a confiar, volvió a apostar
(cf. Ez 16). Y a mí me vuelve a la memoria el capítulo 16 de Ezequiel, ese no
cansarse de apostar por cada uno de nosotros que tiene el Señor. Y eso es lo
que Pablo llama doctrina segura - ¡curioso! -, esto es doctrina segura: fuimos
tratados con misericordia. Y es ese el centro de su carta a Timoteo. En este
contexto jubilar, cuánto bien nos hace volver sobre esta verdad, repasar cómo
el Señor a lo largo de nuestra vida se acercó y nos trató con misericordia,
poner en el centro la memoria de nuestro pecado y no de nuestros supuestos
aciertos, crecer en una conciencia humilde y no culposa de nuestra historia
de distancias - la nuestra, no la ajena, no la de aquel que está al lado, menos
la de nuestro pueblo - y volver a maravillarnos de la misericordia de Dios.
Esa es palabra cierta, es doctrina segura y nunca palabrerío.
Hay una particularidad en el texto que quisiera compartir con ustedes.
Pablo no dice « el Señor me habló o me dijo », « el Señor me hizo ver o
aprender ». Él dice: « Me trató con ». Para Pablo, su relación con Jesús está
sellada por la forma en que lo trató. Lejos de ser una idea, un deseo, una
teoría - e inclusive una ideología -, la misericordia es una forma concreta
de « tocar » la fragilidad, de vincularnos con los otros, de acercarnos entre
nosotros. Es una forma concreta de encarar a las personas cuando están en
la « mala ». Es una acción que nos lleva a poner lo mejor de cada uno para
que los demás se sientan tratados de tal forma que puedan sentir que en
su vida todavía no se dijo la última palabra. Tratados de tal manera que
el que se sentía aplastado por el peso de sus pecados, sienta el alivio de
una nueva posibilidad. Lejos de ser una bella frase, es la acción concreta
con la que Dios quiere relacionarse con sus hijos. Pablo utiliza aquí la voz