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envía e impulsa a llevar el bálsamo de « su » presencia. Nos envía con un solo
programa: tratarnos con misericordia. Hacernos prójimos de esos miles de
indefensos que caminan en nuestra amada tierra americana proponiendo un
trato diferente. Un trato renovado, buscando que nuestra forma de vincu-
larnos se inspire en la que Dios soñó, en la que él hizo. Un trato basado en
el recuerdo de que todos provenimos de lugares errantes, como Abraham,
y todos fuimos sacado de lugares de esclavitud, como el pueblo de Israel.
Sigue resonando en nosotros toda la experiencia vivida en Aparecida y
en la invitación a renovar nuestro ser discípulos misioneros. Mucho hemos
hablado sobre el discipulado, mucho nos hemos preguntado sobre cómo
impulsar una catequesis del discipulado y misionera. Pablo nos da una clave
interesante: el trato de misericordia. Nos recuerda que lo que lo convirtió
a él en apóstol fue ese trato, esa forma cómo Dios se acercó a su vida:
« Fui tratado con misericordia ». Lo que lo hizo discípulo fue la confianza
que Dios le dio a pesar de sus muchos pecados. Y eso nos recuerda que
podemos tener los mejores planes, los mejores proyectos y teorías pensan-
do nuestra realidad, pero si nos falta ese « trato de misericordia », nuestra
pastoral quedará truncada a medio camino.
En esto se juega nuestra catequesis, nuestros seminarios - ¿enseñamos
a nuestros seminaristas este camino de tratar con misericordia? -, nuestra
organización parroquial y nuestra pastoral. En esto se juega nuestra acción
misionera, nuestros planes pastorales. En esto se juegan nuestras reuniones
de presbiterios e inclusive nuestra forma de hacer teología: en aprender
a tener un trato de misericordia, una forma de vincularnos que día a día
tenemos que pedir - porque es una gracia -, que día a día somos invitados
a aprender. Un trato de misericordia entre nosotros obispos, presbíteros,
laicos. Somos en teoría « misioneros de la misericordia » y muchas veces sa-
bemos más de « maltratos » que de un buen trato. Cuantas veces nos hemos
olvidado en nuestros seminarios de impulsar, acompañar, estimular, una
pedagogía de la misericordia, y que el corazón de la pastoral es el trato
de misericordia. Pastores que sepan tratar y no maltratar. Por favor, se lo
pido: Pastores que sepan tratar y no maltratar.
Hoy somos invitados especialmente a un trato de misericordia con el
santo Pueblo fiel de Dios - que mucho sabe de ser misericordioso porque
es memorioso -, con las personas que se acercan a nuestras comunidades,
con sus heridas, dolores, llagas. A su vez, con la gente que no se acerca