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Y todo esto lo sabemos por el Evangelio, pero también sabemos que,
en esta tierra, es la Madre que ha estado a nuestro lado en tantas situa-
ciones difíciles. Este Santuario, guarda, atesora, la memoria de un pueblo
que sabe que María es Madre y que ha estado y está al lado de sus hijos.
Ha estado y está en nuestros hospitales, en nuestras escuelas, en nuestras
casas. Ha estado y está en nuestros trabajos y en nuestros caminos. Ha
estado y está en las mesas de cada hogar. Ha estado y está en la formación
de la patria, haciéndonos nación. Siempre con una presencia discreta y si-
lenciosa. En la mirada de una imagen, una estampita o una medalla. Bajo
el signo de un rosario sabemos que no vamos solos, que Ella nos acompaña.
Y, ¿por qué? Porque María simplemente quiso estar en medio de su
Pueblo, con sus hijos, con su familia. Siguiendo siempre a Jesús, desde la
muchedumbre. Como buena madre no abandonó a los suyos, sino por el
contrario, siempre se metió donde un hijo pudiera estar necesitando de
ella. Tan solo porque es Madre.
Una Madre que aprendió a escuchar y a vivir en medio de tantas difi-
cultades de aquel « no temas, el Señor está contigo ».5 Una madre que con-
tinúa diciéndonos: « Hagan lo que Él les diga ».6 Es su invitación constante
y continua: « Hagan lo que Él les diga ». No tiene un programa propio, no
viene a decirnos nada nuevo; más bien, le gusta estar callada, tan solo su
fe acompaña nuestra fe.
Y ustedes lo saben, han hecho experiencia de esto que estamos com-
partiendo. Todos ustedes, todos los paraguayos, tienen la memoria viva
de un Pueblo que ha hecho carne estas palabras del Evangelio. Y quisiera
referirme de modo especial a ustedes mujeres y madres paraguayas que, con
gran valor y abnegación, han sabido levantar un País derrotado, hundido,
sumergido por una guerra inicua.
Ustedes tienen la memoria, ustedes tienen la genética de aquellas que
reconstruyeron la vida, la fe, la dignidad de su Pueblo, junto a María. Han
vivido situaciones muy pero muy difíciles, que desde una lógica común sería
contraria a toda fe. Ustedes al contrario, impulsadas y sostenidas por la
Virgen, siguieron creyentes, inclusive « esperando contra toda esperanza ».7
5 Cf. Lc 1, 30. 6 Jn 2, 5. 7 Rm 4, 18.