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seek ways of promoting and encouraging dialogue between faith and reason
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Acta Benedicti Pp. XVI 649
En estos momentos históricos, en los que, con más fuerza si cabe, estamos
llamados a evangelizar nuestro mundo, ha de resaltarse la riqueza que nos
brinda la peregrinación a los santuarios. Ante todo, por su gran capacidad de
convocatoria, reuniendo a un número creciente de peregrinos y turistas reli-
giosos, algunos de los cuales se encuentran en complicadas situaciones huma-
nas y espirituales, con cierta lejanı́a respecto a la vivencia de la fe y una débil
pertenencia eclesial. A todos ellos se dirige Cristo con amor y esperanza. El
anhelo de felicidad que anida en el alma alcanza su respuesta en El, y el dolor
humano junto a El tiene un sentido. Con su gracia, las causas más nobles
hallan también su plena realización. Como Simeón se encontró con Cristo en
el templo,3 ası́ también el peregrino ha de tener la oportunidad de descubrir al
Señor en el santuario.
Con este fin, se procurará que los visitantes no olviden que los santuarios
son ámbitos sagrados, para estar en ellos con devoción, respeto y decoro. De
esta forma, la Palabra de Cristo, el Hijo de Dios vivo, podrá resonar con
claridad, proclamándose ı́ntegramente el acontecimiento de su muerte y re-
surrección, fundamento de nuestra fe. Hay que cuidar además, con singular
esmero, la acogida del peregrino, dando realce, entre otros elementos, a la
dignidad y belleza del santuario, imagen de la «morada de Dios con los
hombres »; 4 los momentos y espacios de oración, tanto personales como co-
munitarios; la atención a las practicas de piedad. De igual modo, nunca se
insistirá bastante en que los santuarios sean faros de caridad, con incesante
dedicación a los más desfavorecidos a través de obras concretas de solidari-
dad y misericordia y una constante disponibilidad a la escucha, favoreciendo
en particular que los fieles puedan acercarse al sacramento de la Reconcilia-
ción y participar dignamente en la celebración eucarı́stica, haciendo de ésta el
centro y culmen de toda la acción pastoral de los santuarios. Ası́ se pondrá de
manifiesto que la Eucaristı́a es, ciertamente, el alimento del peregrino,
el « sacramento del Dios que no nos deja solos en el camino, sino que nos
acompaña y nos indica la dirección ».5
En efecto, a diferencia del vagabundo, cuyos pasos no tienen un destino
final determinado, el peregrino siempre tiene una meta, aunque a veces no sea
consciente explı́citamente de ello. Y esta meta no es otra que el encuentro con
Dios por medio de Cristo, en el que todas nuestras aspiraciones hallan su
3 Cfr. Lc 2, 25-35. 4 Ap 21, 3. 5 Homilı́a en la Solemnidad del Santı́simo Cuerpo y Sangre de Cristo, 22 de mayo de 2008.