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Acta Francisci Pp. 767
y pidan la gracia de no perder la memoria, de no sentirse más importan-
te. Es muy triste cuando uno ve a un sacerdote o a un consagrado, una
consagrada, que en su casa hablaba el dialecto o hablaba otra lengua, una
de esas nobles lenguas antiguas que tienen los pueblos -Ecuador cuántas
tiene-, y es muy triste cuando se olvidan de la lengua, es muy triste cuando
no la quieren hablar. Eso significa que se olvidaron de dónde los sacaron.
No se olviden de eso, pidan esa gracia de la memoria, y esos son los dos
principios que quisiera marcar.
Y esos dos principios, si los viven -pero todos los días, es un trabajo
de todos los días, todas las noches recordar esos dos principios y pedir la
gracia-, esos dos principios, si los viven, les van a dar en la vida, los van
a hacer vivir con dos actitudes.
Primero, el servicio. Dios me eligió, me sacó ¿para qué? Para servir. Y
el servicio que me es peculiar a mí. No, que tengo mi tiempo, que tengo
mis cosas, que tengo esto, que no, que ya cierro el despacho, que esto,
que si tendría que ir a bendecir las casas pero… no, estoy cansado o… hoy
pasan una telenovela linda por televisión y entonces -para las monjitas-,
y entonces: Servicio, servir, servir, y no hacer otra cosa, y servir cuando
estamos cansados y servir cuando la gente nos harta.
Me decía un viejo cura, que fue toda su vida profesor en colegios y uni-
versidad, enseñaba literatura, letras, un genio… Cuando se jubiló le pidió al
provincial que lo mandara a un barrio pobre, a un barrio… de esos barrios
que se forman de gente que viene, que emigran buscando trabajo, gente muy
sencilla. Y este religioso una vez por semana iba a su comunidad y hablaba;
era muy inteligente. Y la comunidad era una comunidad de facultad de
teología; hablaba con los otros curas de teología al mismo nivel, pero un día
le dice a uno: « Ustedes que son… ¿Quién da el tratado de Iglesia aquí? El
profesor levanta la mano: « yo ». « Te faltan dos tesis ». « ¿Cuáles? ». « El santo
Pueblo fiel de Dios es esencialmente olímpico, o sea, hace lo que quiere, y
ontológicamente hartante ». Y eso tiene mucha sabiduría, porque quien va
por el camino del servir tiene que dejarse hartar sin perder la paciencia,
porque está al servicio, ningún momento le pertenece, ningún momento le
pertenece. Estoy para servir, servir en lo que debo hacer, servir delante
del sagrario, pidiendo por mi pueblo, pidiendo por mi trabajo, por la gente
que Dios me ha encomendado.