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condicionada por la volatilidad de los precios y los repentinos cambios
climáticos. Se percibe al mismo tiempo un continuo abandono de las áreas
rurales con una disminución global de la producción agrı́cola y, por tanto, de
las reservas alimentarias. Además, parece que se difunde lamentablemente
por doquier la idea de que los alimentos son una mercancı́a más y, por tanto,
sometidos también a movimientos especulativos.
No se puede pasar por alto que, no obstante los progresos alcanzados
hasta ahora y las esperanzas fundadas en una economı́a que respete cada
vez más la dignidad de cada persona, el futuro de la familia humana tiene
necesidad de un nuevo impulso para superar las fragilidades e incertezas
actuales. Aunque vivimos en una dimensión global, hay signos evidentes de
la profunda división entre los que carecen del sustento cotidiano y los que
disponen de ingentes recursos, usándolos a menudo con fines ajenos a la
alimentación, e, incluso, destruyéndolos. Se confirma ası́ que la globalización
hace que nos sintamos más cercanos pero no hermanos.1 Por eso, hay que
redescubrir aquellos valores inscritos en el corazón de cada persona y que
desde siempre han inspirado su acción: el sentimiento de compasión y de
humanidad hacia los demás, el deber de la solidaridad y el compromiso por
la justicia, han de volver a ser la base de toda actividad, incluidas las que
lleva a cabo la Comunidad internacional.
3. Ante la magnitud del drama del hambre, no basta invitar a la refle-
xión, analizar los problemas y ni siquiera la disponibilidad a intervenir. Con
demasiada frecuencia, estos factores quedan baldı́os porque se reducen a la
esfera de las emociones, sin ser capaces de conmover la conciencia y su bús-
queda de la verdad y el bien. Son frecuentes los intentos de justificar los
comportamientos y omisiones dictados por el egoı́smo y por objetivos e inte-
reses particulares. Por el contrario, el propósito de esta Jornada deberı́a ser el
compromiso por modificar conductas y decisiones que aseguren, hoy mejor
que mañana, que toda persona tenga acceso a los recursos alimentarios ne-
cesarios, y que el sector agrı́cola disponga de un nivel de inversiones y recur-
sos capaz de dar estabilidad a la producción y, por tanto, al mercado. Es fácil
reducir cualquier consideración a la exigencia de alimentos por parte de una
población en aumento, sabiendo bien que las causas del hambre tienen otras
1 Cfr Caritas in veritate, 19.