1000 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1002 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1004 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1006 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1008 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1010 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1012 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1014 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1016 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1018 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1020 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1022 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1024 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1026 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1028 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1030 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1032 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1034 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1036 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1038 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1040 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1042 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1044 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1046 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1048 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1050 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1052 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1054 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1056 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1058 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1060 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1062 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1064 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1066 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1068 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1070 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1072 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
1074 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1075
1076 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1077
1078 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1079
1080 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Ecclesiis Orientalibus 1081
1082 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1083
1084 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1085
1086 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 1087
1088 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio pro Episcopis 1089
1090 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Acta Francisci Pp. 1049
La libertad religiosa, sin duda, comporta el derecho de adorar a Dios,
individualmente y en comunidad, de acuerdo con la propia conciencia. Pero,
por otro lado, la libertad religiosa, por su naturaleza, trasciende los luga-
res de culto y la esfera privada de los individuos y las familias, porque el
hecho religioso, la dimensión religiosa, no es una subcultura, es parte de
la cultura de cualquier pueblo y de cualquier nación.
Nuestras distintas tradiciones religiosas sirven a la sociedad sobre todo
por el mensaje que proclaman. Ellas llaman a los individuos y a las co-
munidades a adorar a Dios, fuente de la vida, de la libertad y de la felici-
dad. Nos recuerdan la dimensión trascendente de la existencia humana y
de nuestra libertad irreductible frente a la pretensión de cualquier poder
absoluto. Necesitamos acercarnos a la historia -nos hace bien acercarnos
a la historia-, especialmente a la historia del siglo pasado, para ver las
atrocidades perpetradas por los sistemas que pretendían construir algún
tipo de « paraíso terrenal », dominando pueblos, sometiéndolos a principios
aparentemente indiscutibles y negándoles cualquier tipo de derechos. Nues-
tras ricas tradiciones religiosas buscan ofrecer sentido y dirección, « tienen
una fuerza motivadora que abre siempre nuevos horizontes, estimula el
pensamiento, amplía la mente y la sensibilidad ».1 Llaman a la conversión,
a la reconciliación, a la preocupación por el futuro de la sociedad, a la ab-
negación en el servicio al bien común y a la compasión por los necesitados.
En el corazón de su misión espiritual está la proclamación de la verdad y
la dignidad de la persona humana y de todos los derechos humanos.
Nuestras tradiciones religiosas nos recuerdan que, como seres humanos,
estamos llamados a reconocer a Otro, que revela nuestra identidad relacio-
nal frente a todos los intentos por imponer « una uniformidad a la que el
egoísmo de los poderosos, el conformismo de los débiles o la ideología de
la utopía quiere imponernos » (M. de Certeau).
En un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna tratan de
suprimir la libertad religiosa, o, como dije antes, reducirla a una subcul-
tura sin derecho a voz y voto en la plaza pública, o de utilizar la religión
como pretexto para el odio y la brutalidad, es necesario que los fieles de
las diversas tradiciones religiosas unan sus voces para clamar por la paz,
la tolerancia, el respeto a la dignidad y a los derechos de los demás.
1 Evangelii gaudium, 256.