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Episcopal Latinoamericano, y también quiero decirlo. Al igual que san Juan
Pablo II, pido que la Iglesia -y cito lo que dijo él- « se postre ante Dios
e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos ».6 Y
quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido
humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por
los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista
de América. Y junto a este pedido de perdón y para ser justos, también
quiero que recordemos a millares de sacerdotes, obispos, que se opusieron
fuertemente a la lógica de la espada con la fuerza de la cruz. Hubo pecado,
hubo pecado y abundante, pero no pedimos perdón, y por eso pedimos
perdón, y pido perdón, pero allí también, donde hubo pecado, donde hubo
abundante pecado, sobreabundó la gracia a través de esos hombres que
defendieron la justicia de los pueblos originarios.
Les pido también a todos, creyentes y no creyentes, que se acuerden
de tantos obispos, sacerdotes y laicos que predicaron y predican la Buena
Noticia de Jesús con coraje y mansedumbre, respeto y en paz -dije obispos,
sacerdotes, y laicos, no me quiero olvidar de las monjitas que anónimamente
patean nuestros barrios pobres llevando un mensaje de paz y de bien-,
que en su paso por esta vida dejaron conmovedoras obras de promoción
humana y de amor, muchas veces junto a los pueblos indígenas o acom-
pañando a los propios movimientos populares incluso hasta el martirio. La
Iglesia, sus hijos e hijas, son una parte de la identidad de los pueblos en
latinoamericana. Identidad que, tanto aquí como en otros países, algunos
poderes se empeñan en borrar, tal vez porque nuestra fe es revoluciona-
ria, porque nuestra fe desafía la tiranía del ídolo dinero. Hoy vemos con
espanto cómo en Medio Oriente y otros lugares del mundo se persigue, se
tortura, se asesina a muchos hermanos nuestros por su fe en Jesús. Eso
también debemos denunciarlo: dentro de esta tercera guerra mundial en
cuotas que vivimos, hay una especie -fuerzo la palabra- de genocidio en
marcha que debe cesar.
A los hermanos y hermanas del movimiento indígena latinoamericano,
déjenme trasmitirles mi más hondo cariño y felicitarlos por buscar la conjun-
6 Juan pablo II, Bula Incarnationis mysterium, 11.