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Acta Francisci Pp. 787
esos momentos tan dramáticos de la historia, de modo especial esa guerra
inicua que llegó a destruir casi la fraternidad de nuestros pueblos. Sobre
sus hombros de madres, esposas y viudas, han llevado el peso más grande,
han sabido sacar adelante a sus familias y a su País, infundiendo en las
nuevas generaciones la esperanza en un mañana mejor. Dios bendiga a la
mujer paraguaya, la más gloriosa de América.
Un pueblo que olvida su pasado, su historia, sus raíces, no tiene futuro,
es un pueblo seco. La memoria, asentada firmemente sobre la justicia, alejada
de sentimientos de venganza y de odio, transforma el pasado en fuente de
inspiración para construir un futuro de convivencia y armonía, haciéndonos
conscientes de la tragedia y la sinrazón de la guerra. ¡Nunca más guerras
entre hermanos! ¡Construyamos siempre la paz! También una paz del día
a día, una paz de la vida cotidiana, en la que todos participamos evitando
gestos arrogantes, palabras hirientes, actitudes prepotentes, y fomentando
en cambio la comprensión, el diálogo y la colaboración.
Desde hace algunos años, Paraguay se está comprometiendo en la cons-
trucción de un proyecto democrático sólido y estable. Y es justo reconocer
con satisfacción lo mucho que se ha avanzado en este camino gracias al
esfuerzo de todos, aun en medio de grandes dificultades e incertidumbres.
Los animo a que sigan trabajando con todas sus fuerzas para consolidar
las estructuras e instituciones democráticas que den respuesta a las ju-
stas aspiraciones de los ciudadanos. La forma de gobierno adoptada en
su Constitución, « democracia representativa, participativa y pluralista »,
basada en la promoción y respeto de los derechos humanos, nos aleja de
la tentación de la democracia formal, que Aparecida definía como la que
se « contentaba con estar fundada en la limpieza de procesos electorales ».1
Esa es una democracia formal.
En todos los ámbitos de la sociedad, pero especialmente en la actividad
pública, se ha de potenciar el diálogo como medio privilegiado para favo-
recer el bien común, sobre la base de la cultura del encuentro, del respeto
y del reconocimiento de las legítimas diferencias y opiniones de los demás.
No hay que detenerse en lo conflictivo, la unidad siempre es superior al
conflicto; es un ejercicio interesante decantar en el amor a la patria, en
1 Cf. Aparecida, 74.