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296 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
298 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 299
300 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 301
302 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 303
304 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
306 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
222 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
III
Iter Apostolicum in Mexicum: Dum Summus Pontifex apud Basilicam Gua- dalupanam Mexicopolis Eucharistiam celebrat.*
Escuchamos cómo María fue al encuentro de su prima Isabel. Sin de-
moras, sin dudas, sin lentitud va a acompañar a su pariente que estaba en
los últimos meses de embarazo.
El encuentro con el ángel a María no la detuvo, porque no se sintió privile-
giada, ni que tenía que apartarse de la vida de los suyos. Al contrario, reavivó y
puso en movimiento una actitud por la que María es y será reconocida siempre
como la mujer del « sí », un sí de entrega a Dios y, en el mismo momento, un
sí de entrega a sus hermanos. Es el sí que la puso en movimiento para dar
lo mejor de ella yendo en camino al encuentro con los demás.
Escuchar este pasaje evangélico en esta casa tiene un sabor especial. Ma-
ría, la mujer del sí, también quiso visitar a los habitantes de estas tierras de
América en la persona del indio san Juan Diego. Así como se movió por los
caminos de Judea y Galilea, de la misma manera caminó al Tepeyac, con sus
ropas, usando su lengua, para servir a esta gran Nación. Y, así como acompañó
la gestación de Isabel, ha acompañado y acompaña la gestación de esta bendita
tierra mexicana. Así como se hizo presente al pequeño Juanito, de esa misma
manera se sigue haciendo presente a todos nosotros; especialmente a aquellos
que como él sienten « que no valían nada ».1 Esta elección particular, digamos
preferencial, no fue en contra de nadie sino a favor de todos. El pequeño indio
Juan, que se llamaba a sí mismo como « mecapal, cacaxtle, cola, ala, sometido
a cargo ajeno »,2 se volvía « el embajador, muy digno de confianza ».
En aquel amanecer de diciembre de 1531 se producía el primer milagro
que luego será la memoria viva de todo lo que este Santuario custodia.
En ese amanecer, en ese encuentro, Dios despertó la esperanza de su hijo
Juan, la esperanza de un pueblo. En ese amanecer, Dios despertó y des-
pierta la esperanza de los pequeños, de los sufrientes, de los desplazados
y descartados, de todos aquellos que sienten que no tienen un lugar digno
en estas tierras. En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón
* Die 13 Februarii 2016. 1 Cf. Nican Mopohua, 55. 2 Cf. ibíd, 55.