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296 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
298 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 299
300 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 301
302 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 303
304 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
306 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Acta Francisci Pp. 231
Nuestro Padre no sólo comparte ese anhelo, Él mismo lo ha estimulado y
lo estimula al regalarnos a su hijo Jesucristo. En Él encontramos la solidaridad
del Padre caminando a nuestro lado. En Él vemos cómo esa ley perfecta toma
carne, toma rostro, toma la historia para acompañar y sostener a su Pueblo;
se hace Camino, se hace Verdad, se hace Vida, para que las tinieblas no
tengan la última palabra y el alba no deje de venir sobre la vida de sus hijos.
De muchas maneras y de muchas formas se ha querido silenciar y callar
este anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de
muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros
niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son
sueños imposibles. Frente a estas formas, la creación también sabe levantar
su voz; « esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso
irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos
crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados
a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el
pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que adver-
timos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso,
entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y
devastada tierra, que "gime y sufre dolores de parto" 3 ».4
El desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos impactan
a todos 5 y nos interpelan. Ya no podemos hacernos los sordos frente a una
de las mayores crisis ambientales de la historia.
En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la huma-
nidad. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina,
saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan
como « fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano ».6
Sin embargo, muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus
pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han
considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros,
mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado
de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué triste-
za! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender
3 Rm 8, 22. 4 Laudato si', 2. 5 Cf. Laudato si', 14. 6 Aparecida, 472.