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Acta Francisci Pp. 257
mañana que se escabulle. Sólo en aquel regazo se puede, sin renunciar a
la propia identidad, « descubrir la profunda verdad de la nueva humanidad,
en la cual todos están llamados a ser hijos de Dios ».3
Reclínense pues, hermanos, con delicadeza y respeto, sobre el alma
profunda de su gente, desciendan con atención y descifren su misterioso
rostro. El presente, frecuentemente disuelto en dispersión y fiesta, ¿acaso
no es también propedéutico a Dios que es sólo y pleno presente? ¿La fami-
liaridad con el dolor y la muerte no son formas de coraje y caminos hacia
la esperanza? La percepción de que el mundo sea siempre y solamente para
redimir, ¿no es antídoto a la autosuficiencia prepotente de cuantos creen
poder prescindir de Dios?
Naturalmente, por todo esto se necesita una mirada capaz de reflejar
la ternura de Dios. Sean por lo tanto Obispos de mirada limpia, de alma
trasparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia.
La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus
miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no
se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seduc-
toras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los
« carros y caballos » de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la
« columna de fuego » que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar,
sin hacer grande rumor.4
El mundo en el cual el Señor nos llama a desarrollar nuestra misión
se ha vuelto muy complejo. Y aunque la prepotente idea del « cogito », que
no negaba que hubiese al menos una roca sobre la arena del ser, hoy está
dominada por una concepción de la vida, considerada por muchos, más que
nunca, vacilante, errabunda y anómica, porque carece de sustrato sólido.
Las fronteras, tan intensamente invocadas y sostenidas, se han vuelto
permeables a la novedad de un mundo en el cual la fuerza de algunos ya
no puede sobrevivir sin la vulnerabilidad de otros. La irreversible hibridación
de la tecnología hace cercano lo que está lejano pero, lamentablemente,
hace distante lo que debería estar cerca.
Y, precisamente en este mundo así, Dios les pide tener una mirada capaz de
interceptar la pregunta que grita en el corazón de vuestra gente, la única que
3 iD., Homilía en la Canonización de san Juan Diego. 4 Cf. Ex 14, 24-25.