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Guadalupe nos enseña que Dios es familiar, cercano, en su rostro, que la
proximidad y la condescendencia, ese agacharse y acercarse, pueden más
que la fuerza, que cualquier tipo de fuerza.
Como enseña la bella tradición guadalupana, la « Morenita » custodia las
miradas de aquellos que la contemplan, refleja el rostro de aquellos que
la encuentran. Es necesario aprender que hay algo de irrepetible en cada
uno de aquellos que nos miran en la búsqueda de Dios. Toca a nosotros
no volvernos impermeables a tales miradas. Custodiar en nosotros a cada
uno de ellos, conservarlos en el corazón, resguardarlos.
Sólo una Iglesia que sepa resguardar el rostro de los hombres que van
a tocar a su puerta es capaz de hablarles de Dios. Si no desciframos sus
sufrimientos, si no nos damos cuenta de sus necesidades, nada podremos
ofrecerles. La riqueza que tenemos fluye solamente cuando encontramos
la poquedad de aquellos que mendigan y, precisamente, este encuentro se
realiza en nuestro corazón de Pastores.
Y el primer rostro que les suplico custodien en su corazón es el de sus
sacerdotes. No los dejen expuestos a la soledad y al abandono, presa de la
mundanidad que devora el corazón. Estén atentos y aprendan a leer sus
miradas para alegrarse con ellos cuando sientan el gozo de contar cuanto
« han hecho y enseñado »,15 y también para no echarse atrás cuando se sien-
ten un poco rebajados y no puedan hacer otra cosa que llorar porque « han
negado al Señor »,16 y también, por qué no, para sostener, en comunión con
Cristo, cuando alguno, ya abatido, saldrá con Judas « en la noche ».17 En
estas situaciones, que nunca falte la paternidad de ustedes, Obispos, para
con sus sacerdotes. Animen la comunión entre ellos; hagan perfeccionar sus
dones; intégrenlos en las grandes causas, porque el corazón del apóstol no
fue hecho para cosas pequeñas.
La necesidad de familiaridad habita en el corazón de Dios. Nuestra
Señora de Guadalupe pide, pues, únicamente una « casita sagrada ». Nues-
tros pueblos latinoamericanos entienden bien el lenguaje diminutivo - una
casita sagrada - y de muy buen grado lo usan. Quizá tienen necesidad del
diminutivo porque de otra forma se sentirían perdidos. Se adaptaron a
sentirse disminuidos y se acostumbraron a vivir en la modestia.
15 Mc 6, 30. 16 Cf. Lc 22, 61-62. 17 Jn 13, 30.