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296 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
298 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 299
300 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 301
302 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 303
304 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
306 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale
Acta Francisci Pp. 263
La Iglesia, cuando se congrega en una majestuosa Catedral, no podrá
hacer menos que comprenderse como una « casita » en la cual sus hijos
pueden sentirse a su propio gusto. Delante de Dios sólo se permanece si
se es pequeño, si se es huérfano, si se es mendicante. El protagonista de
la historia de salvación es el mendigo.
« Casita » familiar y al mismo tiempo « sagrada », porque la proximidad se
llena de la grandeza omnipotente. Somos guardianes de este misterio. Tal
vez hemos perdido este sentido de la humilde medida divina, y nos cansamos
de ofrecer a los nuestros la « casita » en la cual se sienten íntimos con Dios.
Puede darse también que, habiendo descuidado un poco el sentido de su
grandeza, se haya perdido parte del temor reverente hacia un tal amor. Donde
Dios habita, el hombre no puede acceder sin ser admitido y entra solamente
« quitándose las sandalias » 18 para confesar la propia insuficiencia.
Y este habernos olvidado de este « quitarse las sandalias » para entrar,
¿no está posiblemente en la raíz de la pérdida del sentido de la sacralidad
de la vida humana, de la persona, de los valores esenciales, de la sabiduría
acumulada a lo largo de los siglos, del respeto a la naturaleza? Sin rescatar,
en la conciencia de los hombres y de la sociedad, estas raíces profundas,
incluso al trabajo generoso en favor de los legítimos derechos humanos le
faltará la savia vital que puede provenir sólo de un manantial que la hu-
manidad no podrá darse jamás a sí misma.
Y, siempre mirando a la Madre, para terminar:
Una mirada de conjunto y de unidad
Sólo mirando a la « Morenita », México se comprende por completo. Por
tanto, les invito a comprender que la misión que la Iglesia hoy les confía,
y siempre les confió, requiere esta mirada que abarque la totalidad. Y esto
no puede realizarse aisladamente, sino sólo en comunión.
La Guadalupana está ceñida de una cintura que anuncia su fecundidad.
Es la Virgen que lleva ya en el vientre el Hijo esperado por los hombres.
Es la Madre que ya gesta la humanidad del nuevo mundo naciente. Es la
Esposa que prefigura la maternidad fecunda de la Iglesia de Cristo. Ustedes
tienen la misión de ceñir toda la Nación mexicana con la fecundidad de
Dios. Ningún pedazo de esta cinta puede ser despreciado.
18 Cf. Ex 3, 5.