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El episcopado mexicano ha cumplido notables pasos en estos años con-
ciliares; ha aumentado sus miembros; se ha promovido una permanente
formación, continua y cualificada; el ambiente fraterno no faltó; el espíritu
de colegialidad ha crecido; las intervenciones pastorales han influido sobre
sus Iglesias y sobre la conciencia nacional; los trabajos pastorales compar-
tidos han sido fructuosos en los campos esenciales de la misión eclesial
como la familia, las vocaciones y la presencia social.
Mientras nos alegramos por el camino de estos años, les pido que no se
dejen desanimar por las dificultades y de no ahorrar todo esfuerzo posible
por promover, entre ustedes y en sus diócesis, el celo misionero, sobre todo
hacia las partes más necesitadas del único cuerpo de la Iglesia mexicana.
Redescubrir que la Iglesia es misión es fundamental para su futuro, porque
sólo el « entusiasmo, el estupor convencido » de los evangelizadores tiene la
fuerza de arrastre. Les ruego especialmente cuidar la formación y la prepa-
ración de los laicos, superando toda forma de clericalismo e involucrándolos
activamente en la misión de la Iglesia, sobre todo en el hacer presente,
con el testimonio de la propia vida, el evangelio de Cristo en el mundo.
A este Pueblo mexicano, le ayudará mucho un testimonio unificador
de la síntesis cristiana y una visión compartida de la identidad y del des-
tino de su gente. En este sentido, sería muy importante que la Pontificia
Universidad de México esté cada vez más en el corazón de los esfuerzos
eclesiales para asegurar aquella mirada de universalidad sin la cual la ra-
zón, resignada a módulos parciales, renuncia a su más alta aspiración de
búsqueda de la verdad.
La misión es vasta y llevarla adelante requiere múltiples caminos. Y,
con más viva insistencia, los exhorto a conservar la comunión y la unidad
entre ustedes. Esto es esencial, hermanos. Esto no está en el texto pero
me sale ahora. Si tienen que pelearse, peléense; si tienen que decirse cosas,
se las digan; pero como hombres, en la cara, y como hombres de Dios que
después van a rezar juntos, a discernir juntos. Y si se pasaron de la raya, a
pedirse perdón, pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal. Comunión
y unidad entre ustedes. La comunión es la forma vital de la Iglesia y la
unidad de sus Pastores da prueba de su veracidad. México, y su vasta y
multiforme Iglesia, tienen necesidad de Obispos servidores y custodios de
la unidad edificada sobre la Palabra del Señor, alimentada con su Cuerpo
y guiada por su Espíritu, que es el aliento vital de la Iglesia.