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Es cierto, vivir en familia no siempre es fácil, muchas veces es doloroso
y fatigoso, pero creo que se puede aplicar a la familia lo que más de una
vez he referido a la Iglesia: prefiero una familia herida, que intenta todos
los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el encierro
o la comodidad del miedo a amar. Prefiero una familia que una y otra vez
intenta volver a empezar a una familia y sociedad narcisista y obsesionada
por el lujo y el confort. ¿Cuántos chicos tenés? « No, no tenemos, porque,
claro, nos gusta salir de vacaciones, ir a turismo, quiero comprarme una
quinta ». El lujo y el confort, y los hijos quedan y, cuando quisiste tener uno,
ya se te pasó la hora. ¿Qué daño que hace eso, eh? Prefiero una familia con
rostro cansado por la entrega a una familia con rostros maquillados, que no
han sabido de ternura y compasión. Prefiero un hombre y una mujer, don
Aniceto y señora, con el rostro arrugado por las luchas de todos los días,
que después de más de 50 años se siguen queriendo, y ahí los tenemos;
y el hijo aprendió la lección, ya lleva 25 de casado. Esas son las familias.
Cuando les pregunté recién a don Aniceto y señora quién tuvo más pacien-
cia en estos más de 50 años: « Los dos, padre ». Porque en la familia para
llegar a lo que ellos llegaron hay que tener paciencia, amor, hay que saber
perdonarse. « Padre, una familia perfecta nunca discute ». Mentira, es con-
veniente que de vez en cuando discutan y que vuele algún plato, está bien,
no le tengan miedo. El único consejo es que no terminen el día sin hacer
la paz, porque si terminan el día en guerra van a amanecer ya en guerra
fría, y la guerra fría es muy peligrosa en la familia porque va socavando
desde abajo las arrugas de la fidelidad conyugal. Gracias por el testimonio
de quererse por más de 50 años. Muchas gracias.
Y, hablando de arrugas - para cambiar un poco el tema - recuerdo el
testimonio de una gran actriz - actriz de cine latinoamericana -, cuando
ya casi sesentona comenzaba a mostrarse las arrugas de la cara y le acon-
sejaron un « arreglo », un « arreglito » para poder seguir trabajando bien, su
respuesta fue muy clara: « Estas arrugas me costaron mucho trabajo, mucho
esfuerzo, mucho dolor y una vida plena, ni soñando las quiero tocar, son las
huellas de mi historia ». Y siguió siendo una gran actriz. En el matrimonio
pasa lo mismo. La vida matrimonial tiene que renovarse todos los días. Y
como dije antes, prefiero familias arrugadas, con heridas, con cicatrices pero
que sigan andando, porque esas heridas, esas cicatrices, esas arrugas son
fruto de la fidelidad de un amor que no siempre les fue fácil. El amor no