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la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de
ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad,
entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso
es lo que hacen los movimientos populares.
Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan
con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras
que me han contado … tienen los pies en el barro y las manos en la carne.
¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz
que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque
su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes
reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las bue-
nas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias
internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto.
No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias
de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en
seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas
obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se
esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué
lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a
sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento
de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se
transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.
Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que
cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que de-
bería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más
lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de
esto para algunos resulta que el Papa es comunista.
No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio.
Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagra-
dos. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia. Voy
a detenerme un poco en cada uno de éstos porque ustedes los han elegido
como consigna para este encuentro.
Tierra. Al inicio de la creación, Dios creó al hombre, custodio de su
obra, encargándole de que la cultivara y la protegiera. Veo que aquí hay
decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la
tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradi-