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890 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
892 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
894 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
896 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
898 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
900 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
902 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
904 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
906 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
908 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 909
910 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 911
912 Acta Apostolicæ Sedis - Commentarium Officiale
Congregatio de Causis Sanctorum 913
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Congregatio de Causis Sanctorum 915
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Congregatio de Causis Sanctorum 917
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Congregatio de Causis Sanctorum 919
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Acta Francisci Pp. 857
Hace poco dije, y lo repito, que estamos viviendo la tercera guerra
mundial pero en cuotas. Hay sistemas económicos que para sobrevivir de-
ben hacer la guerra. Entonces se fabrican y se venden armas y, con eso
los balances de las economías que sacrifican al hombre a los pies del ídolo
del dinero, obviamente quedan saneadas. Y no se piensa en los niños ham-
brientos en los campos de refugiados, no se piensa en los desplazamientos
forzosos, no se piensa en las viviendas destruidas, no se piensa, desde ya,
en tantas vidas segadas. Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto
dolor. Hoy, queridos hermanas y hermanos, se levanta en todas las partes
de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón y en los movimientos
populares, el grito de la paz: ¡Nunca más la guerra!
Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también sa-
quear la naturaleza, saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético
de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la bio-
diversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores
en los grandes cataclismos que vemos, y los que más sufren son ustedes,
los humildes, los que viven cerca de las costas en viviendas precarias o
que son tan vulnerables económicamente que frente a un desastre natural
lo pierden todo. Hermanos y hermanas: la creación no es una propiedad,
de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una
propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo,
un don maravilloso que Dios no ha dado para que cuidemos de él y lo
utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud. Ustedes
quizá sepan que estoy preparando una encíclica sobre Ecología: tengan la
seguridad que sus preocupaciones estarán presentes en ella. Les agradezco,
aprovecho para agradecerles, la carta que me hicieron llegar los integrantes
de la Vía Campesina, la Federación de Cartoneros y tantos otros hermanos
al respecto.
Hablamos de la tierra, de trabajo, de techo … hablamos de trabajar por
la paz y cuidar la naturaleza … Pero ¿por qué en vez de eso nos acostum-
bramos a ver como se destruye el trabajo digno, se desahucia a tantas
familias, se expulsa a los campesinos, se hace la guerra y se abusa de la
naturaleza? Porque en este sistema se ha sacado al hombre, a la persona
humana, del centro y se lo ha reemplazado por otra cosa. Porque se rinde
un culto idolátrico al dinero. Porque se ha globalizado la indiferencia!, se
ha globalizado la indiferencia: a mí ¿qué me importa lo que les pasa a otros