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società umana e pegno del Regno che viene. La missione della Chiesa è in
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Este dı́a es un punto significativo en una larga historia de ilusión, de
trabajo y de generosidad, que dura más de un siglo. En estos momentos,
quisiera recordar a todos y a cada uno de los que han hecho posible el gozo
que a todos nos embarga hoy, desde los promotores hasta los ejecutores de la
obra; desde los arquitectos y albañiles de la misma, a todos aquellos que han
ofrecido, de una u otra forma, su inestimable aportación para hacer posible la
progresión de este edificio. Y recordamos, sobre todo, al que fue alma
y artı́fice de este proyecto: a Antoni Gaudı́, arquitecto genial y cristiano
consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida,
vivida en dignidad y austeridad absoluta. Este acto es también, de algún
modo, el punto cumbre y la desembocadura de una historia de esta tierra
catalana que, sobre todo desde finales del siglo XIX, dio una pléyade de
santos y de fundadores, de mártires y de poetas cristianos. Historia de santi-
dad, de creación artı́stica y poética, nacidas de la fe, que hoy recogemos y
presentamos como ofrenda a Dios en esta Eucaristı́a.
La alegrı́a que siento de poder presidir esta ceremonia se ha visto incre-
mentada cuando he sabido que este templo, desde sus orı́genes, ha estado
muy vinculado a la figura de san José. Me ha conmovido especialmente la
seguridad con la que Gaudı́, ante las innumerables dificultades que tuvo que
afrontar, exclamaba lleno de confianza en la divina Providencia: « San José
acabará el templo ». Por eso ahora, no deja de ser significativo que sea dedi-
cado por un Papa cuyo nombre de pila es José.
¿Qué hacemos al dedicar este templo? En el corazón del mundo, ante la
mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levan-
tamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un incon-
mensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de
arte. Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas
torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la
Altura y la Belleza misma.
En este recinto, Gaudı́ quiso unir la inspiración que le llegaba de los tres
grandes libros en los que se alimentaba como hombre, como creyente y como
arquitecto: el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro
de la Liturgia. Ası́ unió la realidad del mundo y la historia de la salvación, tal
como nos es narrada en la Biblia y actualizada en la Liturgia. Introdujo
piedras, árboles y vida humana dentro del templo, para que toda la creación
convergiera en la alabanza divina, pero al mismo tiempo sacó los retablos
afuera, para poner ante los hombres el misterio de Dios revelado en el naci-