ACTA BENEDICTI PP. XVI

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale866

 Acta Benedicti Pp. XVI 867

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale868

 Acta Benedicti Pp. XVI 869

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale870

 Acta Benedicti Pp. XVI 871

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale872

 Acta Benedicti Pp. XVI 873

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale874

 Acta Benedicti Pp. XVI 875

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 Acta Benedicti Pp. XVI 879

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 Acta Benedicti Pp. XVI 887

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 Acta Benedicti Pp. XVI 889

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 Acta Benedicti Pp. XVI 891

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale892

 Acta Benedicti Pp. XVI 893

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 Acta Benedicti Pp. XVI 895

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 Acta Benedicti Pp. XVI 897

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale898

 Acta Benedicti Pp. XVI 899

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale900

 Acta Benedicti Pp. XVI 901

 società umana e pegno del Regno che viene. La missione della Chiesa è in

 Acta Benedicti Pp. XVI 903

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale904

 Acta Benedicti Pp. XVI 905

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale906

 Acta Benedicti Pp. XVI 907

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale908

 Acta Benedicti Pp. XVI 909

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale910

 Acta Benedicti Pp. XVI 911

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale912

 Acta Benedicti Pp. XVI 913

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 Acta Benedicti Pp. XVI 915

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale916

 Acta Benedicti Pp. XVI 917

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale918

 Acta Benedicti Pp. XVI 919

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale920

 Acta Benedicti Pp. XVI 921

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale922

 Acta Benedicti Pp. XVI 923

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 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale926

 Acta Benedicti Pp. XVI 927

 Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale928

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 Diarium Romanae Curiae 931

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 Diarium Romanae Curiae 933

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 Diarium Romanae Curiae 935

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 Diarium Romanae Curiae 937

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 Diarium Romanae Curiae 939

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 Diarium Romanae Curiae 941

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 Diarium Romanae Curiae 943

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 Diarium Romanae Curiae 945

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 Diarium Romanae Curiae 949

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 Diarium Romanae Curiae 955

Acta Apostolicae Sedis - Commentarium Officiale882

intimidad o remitido a la penumbra? Los hombres no podemos vivir a oscu-

ras, sin ver la luz del sol. Y, entonces, ¿cómo es posible que se le niegue a Dios,

sol de las inteligencias, fuerza de las voluntades e imán de nuestros corazones,

el derecho de proponer esa luz que disipa toda tiniebla? Por eso, es necesario

que Dios vuelva a resonar gozosamente bajo los cielos de Europa; que esa

palabra santa no se pronuncie jamás en vano; que no se pervierta haciéndola

servir a fines que le son impropios. Es menester que se profiera santamente.

Es necesario que la percibamos ası́ en la vida de cada dı́a, en el silencio del

trabajo, en el amor fraterno y en las dificultades que los años traen consigo.

Europa ha de abrirse a Dios, salir a su encuentro sin miedo, trabajar con

su gracia por aquella dignidad del hombre que habı́an descubierto las mejores

tradiciones: además de la bı́blica, fundamental en este orden, también las de

época clásica, medieval y moderna, de las que nacieron las grandes creaciones

filosóficas y literarias, culturales y sociales de Europa.

Ese Dios y ese hombre son los que se han manifestado concreta e histó-

ricamente en Cristo. A ese Cristo que podemos hallar en los caminos hasta

llegar a Compostela, pues en ellos hay una cruz que acoge y orienta en las

encrucijadas. Esa cruz, supremo signo del amor llevado hasta el extremo, y

por eso don y perdón al mismo tiempo, debe ser nuestra estrella orientadora

en la noche del tiempo. Cruz y amor, cruz y luz han sido sinónimos en nuestra

historia, porque Cristo se dejó clavar en ella para darnos el supremo testimo-

nio de su amor, para invitarnos al perdón y la reconciliación, para enseñarnos

a vencer el mal con el bien. No dejéis de aprender las lecciones de ese Cristo de

las encrucijadas de los caminos y de la vida, en el que nos sale al encuentro

Dios como amigo, padre y guı́a. ¡Oh Cruz bendita, brilla siempre en tierras

de Europa!

Dejadme que proclame desde aquı́ la gloria del hombre, que advierta de

las amenazas a su dignidad por el expolio de sus valores y riquezas origina-

rios, por la marginación o la muerte infligidas a los más débiles y pobres. No

se puede dar culto a Dios sin velar por el hombre su hijo y no se sirve al

hombre sin preguntarse por quién es su Padre y responderle a la pregunta por

él. La Europa de la ciencia y de las tecnologı́as, la Europa de la civilización y

de la cultura, tiene que ser a la vez la Europa abierta a la trascendencia y a la

fraternidad con otros continentes, al Dios vivo y verdadero desde el hombre

vivo y verdadero. Esto es lo que la Iglesia desea aportar a Europa: velar por

Dios y velar por el hombre, desde la comprensión que de ambos se nos ofrece

en Jesucristo.