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società umana e pegno del Regno che viene. La missione della Chiesa è in
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con quien es la Verdad y la Belleza misma. Ası́ expresaba el arquitecto sus
sentimientos: «Un templo [es] la única cosa digna de representar el sentir de
un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre ».
Esa afirmación de Dios lleva consigo la suprema afirmación y tutela de la
dignidad de cada hombre y de todos los hombres: « ¿No sabéis que sois templo
de Dios?... El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros ».3 He aquı́
unidas la verdad y dignidad de Dios con la verdad y la dignidad del hombre.
Al consagrar el altar de este templo, considerando a Cristo como su funda-
mento, estamos presentando ante el mundo a Dios que es amigo de los hom-
bres e invitando a los hombres a ser amigos de Dios. Como enseña el caso de
Zaqueo, del que se habla en el Evangelio de hoy,4 si el hombre deja entrar a
Dios en su vida y en su mundo, si deja que Cristo viva en su corazón, no se
arrepentirá, sino que experimentará la alegrı́a de compartir su misma vida
siendo objeto de su amor infinito.
La iniciativa de este templo se debe a la Asociación de amigos de
San José, quienes quisieron dedicarlo a la Sagrada Familia de Nazaret. Desde
siempre, el hogar formado por Jesús, Marı́a y José ha sido considerado como
escuela de amor, oración y trabajo. Los patrocinadores de este templo
querı́an mostrar al mundo el amor, el trabajo y el servicio vividos ante Dios,
tal como los vivió la Sagrada Familia de Nazaret. Las condiciones de la vida
han cambiado mucho y con ellas se ha avanzado enormemente en ámbitos
técnicos, sociales y culturales. No podemos contentarnos con estos progresos.
Junto a ellos deben estar siempre los progresos morales, como la atención,
protección y ayuda a la familia, ya que el amor generoso e indisoluble de un
hombre y una mujer es el marco eficaz y el fundamento de la vida humana en
su gestación, en su alumbramiento, en su crecimiento y en su término natu-
ral. Sólo donde existen el amor y la fidelidad, nace y perdura la verdadera
libertad. Por eso, la Iglesia aboga por adecuadas medidas económicas y so-
ciales para que la mujer encuentre en el hogar y en el trabajo su plena
realización; para que el hombre y la mujer que contraen matrimonio y for-
man una familia sean decididamente apoyados por el Estado; para que se
defienda la vida de los hijos como sagrada e inviolable desde el momento de
su concepción; para que la natalidad sea dignificada, valorada y apoyada
jurı́dica, social y legislativamente. Por eso, la Iglesia se opone a todas las
3 1 Co 3, 16-17. 4 Cfr. Lc 19, 1-10.