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atornillado con tantas cosas que lo atan y no lo puede seguir, como el
joven rico a la mundanidad, a tantas cosas?, ¿Cómo aquél que se gastó
toda la herencia de su padre, pero que se animó a volver y está sintiendo
en este momento el abrazo de la misericordia?, ¿O estás muerto? Si estás
muerto, sabé que la Madre Iglesia está llorando por vos, y Jesús es capaz
de resucitarte. Decime, ¿quién sos vos? Decítelo a vos mismo y eso te va a
dar fuerza.
- « Padre, usted es injusto, - me van a decir las chicas - porque los
ejemplos que da es para los varones, ¿y nosotras qué? »
Ustedes son aspirantes a consolidar con su vida la ternura y la fideli-
dad. Ustedes están sobre el camino de esas mujeres que seguían a Jesús,
en las buenas y en las malas. La mujer tiene ese gran tesoro de poder dar
vida, de poder dar ternura, de poder dar paz y alegría. Hay un solo modelo
para ustedes, María: La mujer de la fidelidad, la que no entendía lo que le
pasaba pero obedeció. La que en cuanto supo lo que su prima necesitaba,
se fue corriendo, la Virgen de la Prontitud. La que se escapó como refu-
giada en un país extranjero para salvar la vida de su hijo. La que ayudó
a crecer a su Hijo y lo acompañó, y cuando su Hijo empezó a predicar,
iba detrás de Él. La que sufrió todo lo que le estaba pasando a ese chico,
a ese muchacho grande. La que estaba al lado de ese Hijo y le decía los
problemas que había: « Mirá: no tienen vino ». La que en el momento de la
Cruz estaba junto a Él.
La mujer tiene una capacidad para dar vida y para dar ternura que
no la tenemos los varones. Ustedes son mujeres de Iglesia. ¿De Iglesia,
del Iglesia? No, no es « el » Iglesia, es LA Iglesia. La Iglesia es femenina,
es como María. Ése es el lugar de ustedes. Ser Iglesia, conformar Iglesia,
estar junto a Jesús, dar ternura, acompañar, dejar crecer.
Que María, la Señora de la Caricia, la Señora de la Ternura, la Señora
de la Prontitud para servir, les vaya indicando el camino. Bueno, ahora no
se enojen, que ustedes salieron ganando sobre los varones. Les deseo que
este día termine bien. Que cada uno de ustedes se encuentre con Jesús,
con ese Jesús resucitado. Y les digo una cosa: ¡No tengan miedo! ¡Miren a
Jesús, miren a María y vayan adelante!
« Padre ¡que soy pecador, soy pecadora! »
¡Él te perdona! Vos andá adelante, que tengan una santa pascua y no
se olviden de rezar por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen los cuide.