Baixa Grande do Ribeiro, Bertolı́nia, Canavieira, Colônia do Gurguéia, Elizeu
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modo que se despierte en cada bautizado el misionero que lleva dentro de sı́ y
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Mi Enviado Especial, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodrı́guez,
Arzobispo de Santo Domingo, les hará presente en estos intensos dı́as mi
cercanı́a espiritual y mi gozo al saberles unidos en un mismo sentir y en un
mismo pensar con miras a que las comunidades eclesiales de América se
renueven mediante la conversión al Señor Jesús, que tuvo siempre como
alimento hacer la voluntad de Dios, su Padre.3
A ese Congreso, como a un cenáculo continental, llega la fuerza potente
del Espı́ritu Santo, que con sus dones y carismas continúa impulsando a la
Iglesia a pregonar la Buena Noticia de la salvación a cada persona, en parti-
cular a las que desconocen a Cristo o, tal vez, lo han olvidado, llegando hasta
los extremos confines de la tierra.
El Congreso será también el marco en el que se dará un solemne inicio a
una "Misión continental", en la que, armonizando esfuerzos pastorales e ini-
ciativas evangelizadoras, las distintas Iglesias particulares en América Latina
y el Caribe van a intensificar su quehacer, para que el Señor sea cada dı́a más
conocido, amado, seguido y alabado en esas benditas tierras. Él ha vencido el
pecado y la muerte, nos otorga cotidianamente su perdón, nos enseña a
perdonar y nos llama a vivir una vida alejada del egoı́smo que nos esclaviza
y colmada del amor que nos engrandece y dignifica.
La hora presente es una ocasión providencial para que, con sencillez,
limpieza de corazón y fidelidad, volvamos a escuchar cómo Cristo nos recuer-
da que no somos siervos, sino sus amigos. Él nos instruye para que perma-
nezcamos en su amor sin amoldarnos a los dictados de este mundo. No seamos
sordos a su Palabra. Aprendamos de Él. Imitemos su estilo de vida. Seamos
sembradores de su Palabra.4 De este modo, con toda nuestra vida, con el gozo
de sabernos amados por Jesús, a quien podemos llamar hermano, seremos
instrumentos válidos para que Él siga atrayendo a todos con la misericordia
que brota de su Cruz.
Queridos hermanos y hermanas, con mansedumbre y fortaleza, con la
caridad que el Espı́ritu Santo ha derramado en nuestro interior, les animo
a compartir con otros este tesoro, pues no hay riqueza mayor que gozar de la
amistad de Cristo y caminar a su lado. Merece la pena consagrar a esta
hermosa labor nuestras mejores energı́as, sabiendo que la gracia divina nos
precede, sostiene y acompaña en su realización. Encuentren, pues, en la
oración perseverante, en la meditación ferviente de la Palabra de Dios, en
3 Cfr Jn 4, 32-34; Hb 10, 5-10. 4 Cfr Mc 3, 15; Jn 8, 33-36; 15, 1-8; 17, 14-17.