Christus fit pro nobis Veritatis cibus. Cum hominis naturam plane perspiceret
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communionis inter nos fons. Atque ubi inter nos non vivitur communio,
personam veram quae in historiam inserta vitam valet omnium renovare.
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Jesús » (Jesucristo, 206). El Autor justifica su posición aduciendo al texto de
Heb 12, 2: « En forma lapidaria la carta [a los Hebreos] dice con una claridad
que no tiene paralelo en el Nuevo Testamento que Jesús se relacionó con el
misterio de Dios en la fe. Jesús es el que ha vivido originariamente y en
plenitud la fe (12, 2) » (La fe, 256). Añade todavı́a: « Por lo que toca a la fe,
Jesús es presentado, en vida, como un creyente como nosotros, hermano en lo
teologal, pues no se le ahorró el tener que pasar por ella. Pero es presentado
también como hermano mayor, porque vivió la fe originariamente y en ple-
nitud (12, 2). Y es el modelo, aquel en quien debemos tener los ojos fijos para
vivir nuestra propia fe » (La fe, 258).
La relación filial de Jesús con el Padre, en su singularidad irrepetible no
aparece con claridad en los pasajes citados; más aún, estas afirmaciones
llevan más bien a excluirla. Considerando el conjunto del Nuevo Testamento
no se puede sostener que Jesús sea « un creyente como nosotros ». En el
evangelio de Juan se habla de la « visión » del Padre por parte de Jesús:
« Aquel que ha venido de Dios, éste ha visto al Padre ».18 Igualmente la inti-
midad única y singular de Jesús con el Padre se encuentra atestiguada en los
evangelios sinópticos.19
La conciencia filial y mesiánica de Jesús es la consecuencia directa de su
ontologı́a de Hijo de Dios hecho hombre. Si Jesús fuera un creyente como
nosotros, aunque de manera ejemplar, no podrı́a ser el revelador verdadero
que nos muestra el rostro del Padre. Son evidentes las conexiones de este
punto con cuanto se ha dicho en el n. IV sobre la relación de Jesús con el
Reino, y se dirá a continuación en el n. VI sobre el valor salvı́fico que Jesús
atribuyó a su muerte. En la reflexión del Autor desaparece de hecho el ca-
rácter único de la mediación y de la revelación de Jesús, que de esta manera
queda reducido a la condición de revelador que podemos atribuir a los pro-
fetas o a los mı́sticos.
Jesús, el Hijo de Dios hecho carne, goza de un conocimiento ı́ntimo e
inmediato de su Padre, de una « visión », que ciertamente va más allá de la
fe. La unión hipostática y su misión de revelación y redención requieren la
visión del Padre y el conocimiento de su plan de salvación. Es lo que indican
los textos evangélicos ya citados.
Esta doctrina ha sido expresada en diversos textos magisteriales de los
últimos tiempos: « Aquel amorosı́simo conocimiento que desde el primer mo-
18 Jn 6, 46; cf. también Jn 1, 18. 19 Cf. Mt 11, 25-27; Lc 10, 21-22.