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tales por todos los líderes religiosos, políticos y sociales, y plasmados en
las leyes nacionales e internacionales.
El encuentro con los líderes religiosos de las principales religiones que
hoy influyen en el mundo global, el 2 de diciembre del 2014, así como la
cumbre de los intendentes y alcaldes de las ciudades más importantes del
mundo, el 21 de julio del 2015, han manifestado la voluntad de esta Ins-
titución en perseguir la erradicación de las nuevas formas de esclavitud.
Conservo un particular recuerdo de estos dos encuentros, como también
de los significativos seminarios de los jóvenes, todos debidos a la iniciativa
de la Academia. Alguno puede pensar que la Academia debe moverse más
bien en un ámbito de ciencias puras, de consideraciones más teóricas. Esto
responde ciertamente a una concepción ilustrada de lo que debe ser una
Academia. Una Academia ha de tener raíces, y raíces en lo concreto, porque
sino corre el riesgo de fomentar una reflexión líquida que se vaporiza y
no llega a nada. Este divorcio entre la idea y la realidad es evidentemente
un fenómeno cultural pasado, más bien de la Ilustración, pero que todavía
tiene su incidencia.
Actualmente, inspirada por los mismos deseos, la Academia ha con-
vocado a ustedes, jueces y fiscales de todo el mundo, con experiencia y
sabiduría práctica en la erradicación de la trata y tráfico de personas y
de la criminalidad organizada. Ustedes han venido aquí representando a
sus colegas, con el loable propósito de avanzar en la toma de conciencia
cabal de estos flagelos y, consecuentemente, manifestar su insustituible
misión frente a los nuevos retos que nos plantea la globalización de la
indiferencia, respondiendo a la creciente solicitud de la sociedad y en
el respeto de las leyes nacionales e internacionales. Hacerse cargo de la
propia vocación quiere decir también sentirse y proclamarse libres. Jue-
ces y fiscales libres, ¿de qué?: de las presiones de los gobiernos, libres de
las instituciones privadas y, naturalmente, libres de las « estructuras de
pecado » de las que habla mi predecesor san Juan Pablo II, en particular,
de la « estructura de pecado », libres del crimen organizado. Yo sé que
ustedes sufren presiones, sufren amenazas en todo esto, y sé que hoy día
ser juez, ser fiscal, es arriesgar el pellejo, y eso merece un reconocimiento
a la valentía de aquellos que quieren seguir siendo libres en el ejercicio
de su función jurídica. Sin esta libertad, el poder judicial de una Nación
se corrompe y siembra corrupción. Todos conocemos la caricatura de la