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3. Para llevar a cabo la nueva evangelización en Latinoamérica, dentro
de un proceso que impregne todo el ser y quehacer del cristiano, no se pueden
dejar de lado las múltiples demostraciones de la piedad popular. Todas ellas,
bien encauzadas y debidamente acompañadas, propician un fructı́fero en-
cuentro con Dios, una intensa veneración del Santı́simo Sacramento, una
entrañable devoción a la Virgen Marı́a, un cultivo del afecto al Sucesor de
Pedro y una toma de conciencia de pertenencia a la Iglesia. Que todo ello
sirva también para evangelizar, para comunicar la fe, para acercar a los fieles
a los sacramentos, para fortalecer los lazos de amistad y de unión familiar
y comunitaria, ası́ como para incrementar la solidaridad y el ejercicio de
la caridad.
Por consiguiente, la fe tiene que ser la fuente principal de la piedad
popular, para que ésta no se reduzca a una simple expresión cultural de
una determinada región. Más aún, tiene que estar en estrecha relación con
la sagrada Liturgia, la cual no puede ser sustituida por ninguna otra expre-
sión religiosa. A este respecto, no se puede olvidar, como afirma el Directorio
sobre la piedad popular y la liturgia, publicado por la Congregación para el
Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que « liturgia y piedad
popular son dos expresiones cultuales que se deben poner en relación mutua
y fecunda: en cualquier caso, la Liturgia deberá constituir el punto de refe-
rencia para "encauzar con lucidez y prudencia los anhelos de oración y de
vida carismática" que aparecen en la piedad popular; por su parte la piedad
popular, con sus valores simbólicos y expresivos, podrá aportar a la Liturgia
algunas referencias para una verdadera inculturación, y estı́mulos para un
dinamismo creador eficaz ».3
4. En la piedad popular se encuentran muchas expresiones de fe vincu-
ladas a las grandes celebraciones del año litúrgico, en las que el pueblo senci-
llo de América Latina reafirma el amor que siente por Jesucristo, en quien
encuentra la manifestación de la cercanı́a de Dios, de su compasión y mise-
ricordia. Son incontables los santuarios que están dedicados a la contempla-
ción de los misterios de la infancia, pasión, muerte y resurrección del Señor, y
a ellos concurren multitudes de personas para poner en sus divinas manos sus
penas y alegrı́as, pidiendo al mismo tiempo copiosas gracias e implorando el
perdón de sus pecados. Íntimamente unida a Jesús, está también la devoción
de los pueblos de Latinoamérica y el Caribe a la Santı́sima Virgen Marı́a. Ella,
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