Tigiuanaënsem, Leonensem, Tulancingensem et Tuxtlensem dioeceses ad gra-
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Acta Benedicti Pp. XVI 83
arraigue en la vida y en la conciencia de todos los hombres y mujeres de
América Latina.1
Queridos Hermanos: los hombres y mujeres de América Latina tienen una
gran sed de Dios. Cuando en la vida de las comunidades se produce un
sentimiento como de orfandad respecto a Dios Padre, es vital la labor de
los Obispos, sacerdotes y demás agentes de pastoral, que den testimonio,
como Cristo, de que el Padre es siempre Amor providente que se ha revelado
en su Hijo. Cuando la fe no se alimenta de la oración y meditación de la
Palabra divina; cuando la vida sacramental languidece, entonces prosperan
las sectas y los nuevos grupos pseudorreligiosos, provocando el alejamiento
de la Iglesia por parte de muchos católicos. Al no recibir éstos respuestas a sus
aspiraciones más hondas, que podrı́an encontrarse en la vida de fe comparti-
da, se producen también situaciones de vacı́o espiritual. En la labor evange-
lizadora es fundamental recordar siempre que el Padre y el Hijo enviaron al
Espı́ritu Santo en Pentecostés, y que ese mismo Espı́ritu sigue impulsando la
vida de la Iglesia. Por eso es importante el sentido de pertenencia eclesial,
donde el cristiano crece y madura en la comunión con sus hermanos, hijos de
un mismo Dios y Padre.
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mı́ ».2
Como señalaba mi venerado predecesor Juan Pablo II en su Exhortación
Apostólica Ecclesia in America, « Jesucristo es, pues, la respuesta definitiva
a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales
que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente ameri-
cano ».3 Sólo viviendo intensamente su amor a Jesucristo y entregándose
generosamente al servicio de la caridad, sus discı́pulos serán testigos elocuen-
tes y creı́bles del inmenso amor de Dios por cada ser humano. De esta ma-
nera, amando con el mismo amor de Dios, llegarán a ser agentes de la trans-
formación del mundo, instaurando en él una nueva civilización, que el que-
rido Papa Pablo VI llamaba justamente « la civilización del amor ».4
Para el futuro de la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe es importante
que los cristianos profundicen y asuman el estilo de vida propio de los discı́-
1 Discurso en la apertura de la XIX Asamblea del Consejo del Episcopado Latinoamericano.
Port-au-Prince, Haitı́, 9 de marzo de 1983. 2 Jn 14, 6. 3 N. 10. 4 Cfr Discurso en la clausura del Año Santo, 25 de diciembre de 1975.