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Acta Francisci Pp. 291
aquellos que pueden convertirse en prójimos y en aquellos que no pueden
hacerse prójimos.2
Jesús responde con una parábola que pone en escena a dos figuras de
la élite de aquel entonces y a un tercer personaje, considerado extranje-
ro, pagano e impuro: el samaritano. En el camino de Jerusalén a Jericó
el sacerdote y el levita se encuentran con un hombre moribundo, que los
ladrones han asaltado, robado, apaleado y abandonado. La Ley del Señor
en situaciones símiles preveía la obligación de socorrerlo, pero ambos pasan
de largo sin detenerse. Tenían prisa. Pero el samaritano, aquel desprecia-
do, aquel sobre quien nadie habría apostado nada, y que de todos modos
también él tenía sus deberes y sus cosas por hacer, cuando vio al hombre
herido, no pasó de largo como los otros dos, que estaban relacionados con
el Templo, sino « lo vio y se conmovió » (v. 33). El samaritano se comporta
con verdadera misericordia: venda las heridas de aquel hombre, lo lleva
a un albergue, lo cuida personalmente, provee a su asistencia. Todo esto
nos enseña que la compasión, el amor, no es un sentimiento vago, sino
significa cuidar al otro hasta pagar personalmente. Significa comprome-
terse cumpliendo todos los pasos necesarios para "acercarse" al otro hasta
identificarse con él: « amaras a tu prójimo como a ti mismo ». Este es el
mandamiento del Señor.3
Las heridas que provoca el sistema económico que tiene al centro al
dios dinero y que en ocasiones actúa con la brutalidad de los ladrones de
la parábola, han sido criminalmente desatendidas. En la sociedad globa-
lizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica
recurrentemente: bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas
ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso
se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos, pero
no se hace nada sistemático para sanar las heridas sociales ni enfrentar las
estructuras que dejan a tantos hermanos tirados en el camino. Esta actitud
hipócrita, tan distinta a la del samaritano, manifiesta la ausencia de una
verdadera conversión y un verdadero compromiso con la humanidad.
Se trata de una estafa moral que, tarde o temprano, queda al descu-
bierto, como un espejismo que se disipa. Los heridos están ahí, son una
2 papa franCiSCo, Audiencia General del Miércoles 27 de abril de 2016, Conf. https://w2.vatican.va/ content/francesco/es/audiences/2016/documents/papa-francesco_20160427_udienza-generale.html.
3 Ibid.