do la condizione di servo ».1 Grazie all'aiuto di ottimi maestri, si pose sulle
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cano le radici di tante Istituzioni ecclesiastiche e civili, studiano la storia dei
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principios que han distinguido su empeño en favor de la dignidad de todo ser
humano y de la lucha contra la pobreza.
Quiero subrayar aquı́ dos caracterı́sticas de la Fundación. En primer
lugar, el desarrollo de los pueblos debe tener como principio pastoral una
visión antropológica global de la persona humana, aspecto que el artı́culo
segundo de los Estatutos de la Fundación llama «promoción integral ». En
este sentido, al definir este concepto el Papa Pablo VI afirmaba en su encı́-
clica: «Es un humanismo pleno el que hay que promover. ¿Qué quiere decir esto
sino el desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres? Un humanis-
mo cerrado, impenetrable a los valores del espı́ritu y a Dios, que es la fuente de
ellos, podrı́a aparentemente triunfar. [...] No hay, pues, más que un humanismo
verdadero, que se abre al Absoluto en el reconocimiento de una vocación que da la
idea verdadera de la vida humana ».2 Esta promoción integral tiene en cuenta el
aspecto social y material de la vida, ası́ como el anuncio de fe, la cual da al
hombre el sentido pleno de su ser. A menudo, la verdadera pobreza del
hombre es la falta de esperanza, la ausencia de un Padre que dé sentido a
la propia existencia: « con frecuencia, la raı́z más profunda del sufrimiento es
precisamente la ausencia de Dios ».3
La segunda caracterı́stica es la ejemplaridad del método de trabajo de la
Fundación, modelo para toda estructura de ayuda. Los proyectos son estu-
diados por un Consejo de Administración, compuesto por Obispos de diversas
áreas de América Latina, los cuales hacen una valoración de los mismos. De
este modo, la decisión está en manos de quienes conocen bien los problemas
de aquellas poblaciones y sus necesidades concretas. Ası́, por un lado, se evita
un cierto paternalismo, siempre humillante para los pobres y que frena su
propia iniciativa y, por otro, los fondos llegan en su totalidad a los más
necesitados sin perderse en grandes procesos burocráticos.
Como he afirmado en mi reciente viaje pastoral a Aparecida, la Iglesia en
aquellas naciones afronta enormes desafı́os, pero al mismo tiempo es la « Igle-
sia de la esperanza », que siente la necesidad de luchar en favor de la dignidad
de todo hombre, de una verdadera justicia y contra la miseria de nuestros
semejantes. América Latina es una parte del mundo, rica por sus recursos
naturales, donde las diferencias en el nivel de vida deben dar paso a ese
espı́ritu de compartir los bienes, como se manifiesta en la conversión y pos-
terior actitud de Zaqueo, el publicano del Evangelio: «La mitad de mis bienes,
2 N. 42. 3 Deus caritas est, 31.