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sangrientos, es la erradicación de su ambiente de personas, familias y comu-
nidades. Es una dolorosa separación que no se limita a la tierra natal, sino
que se extiende al ámbito existencial y espiritual, amenazando y a veces
derrumbando las pocas certezas que se tenı́an. Este proceso, que ya se ha
hecho global, requiere que las relaciones internacionales restablezcan esa
referencia a los principios éticos que las regulan y redescubran el espı́ritu
auténtico de solidaridad que puede hacer incisiva toda la actividad de
cooperación.
4. A este respecto, es sumamente expresiva la decisión de dedicar el
próximo año a la familia rural. Más allá de un motivo de celebración, se ha
de reforzar la convicción de que la familia es el lugar principal del crecimiento
de cada uno, pues a través de ella el ser humano se abre a la vida y a esa
exigencia natural de relacionarse con los otros. Podemos constatar tantas
veces cómo los lazos familiares son esenciales para la estabilidad de las
relaciones sociales, para la función educativa y para un desarrollo integral,
puesto que están animados por el amor, la solidaridad responsable entre
generaciones y la confianza recı́proca. Estos son los elementos capaces de
hacer menos gravosas y hasta las situaciones más negativas, y llevar a una
verdadera fraternidad a toda la humanidad, haciendo que se sienta una sola
familia, en la que la mayor atención se pone en los más débiles.
Reconocer que la lucha contra el hambre pasa por la búsqueda del diálogo
y la fraternidad comporta para la FAO el que su contribución en las nego-
ciaciones de los Estados, dando un nuevo impulso a los procesos decisivos, se
caracterice por la promoción de la cultura del encuentro, por promocionar la
cultura del encuentro y la cultura y de la solidaridad. Pero esto requiere la
disponibilidad de los Estados miembros, el pleno conocimiento de las situa-
ciones, una preparación adecuada, e ideas capaces de incluir a toda persona y
toda comunidad. Sólo ası́ será posible conjugar el afán de justicia de miles de
millones de personas con las situaciones concretas que presenta la vida real.
La Iglesia Católica, con sus estructuras e instituciones, les acompaña en
este esfuerzo, que busca lograr una solidaridad concreta, y la Santa Sede
sigue con interés las iniciativas que la FAO emprende, alentando todas sus
actividades. Les agradezco este momento de encuentro, y bendigo el trabajo
que desempeñan a diario al servicio de los últimos. Muchas gracias.